»LIMONOW«


von
Emmanuel Carrère



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«Limonov» de Emmanuel Carrère

Nomeko

Recuerdo la inmensa estantería de mi casa que estaba abarrotada de libros. Estaban ordenados por apartados o por colecciones, nada que ver con la forma en la que organizo la mía que, básicamente, es por tamaño. Uno de esos apartados estaba dedicado a biografías de aquellos que fueron importantes en el pasado. Personajes variopintos que nada tenían que ver entre sí, sobre todo recuerdo la presencia de Leonardo Da Vinci, o la de Hitler...

Huía bastante por entonces de los libros pero aún lo hacía más de las biografías. Será eso de que la realidad siempre decepciona por lo que me tiré de cabeza a la ficción. Con el tiempo conoces a personajes que tienen vidas que merecen ser leídas o te enganchas con la biografía de un niño que puede volar, Mr Vértigo. Sigues explorando, quitando cada vez un poco más de magia, y te das cuenta que hasta la vida más aburrida puede resultar interesante si se cuenta de la manera idónea, ya saben, aquello del cómo...

Y la vida de Limonov no es precisamente aburrida. Hubo momentos en que pensé que era un personaje inventado. Algo así como se hace en algunas series de televisión o películas enmarcadas en una época. Poner a un personaje interesante, un Don Draper, en un determinado contexto histórico en que aparece Nixon en una televisión o negros llorando la muerte de Martin Luther King.

No busqué información por miedo a que, de nuevo, la realidad me estropeara una interesante historia. La de Eduard Limonov, nacido en 1943. Hijo de un funcionario soviético, forma parte del aparato comunista tras la segunda guerra mundial. Algo así como un oficial del organismo que luego se haría llamar KGB.

Siendo adolescente empieza a entender que la única forma de ser respetado es haciendo creer a la gente que podrías ser capaz de matar en un momento dado. También entiende que no ha nacido para ser una pieza más de aquél engranaje soviético, que más tarde tanto añorará. Puedes ser como tu padre o puedes trabajar en una fábrica. Empieza a escribir como vía de escape. Para ser diferente y salir de la triste rutina de Járkov usa esas armas; la violencia y el talento, que nadie aprecia aún.

A esta violencia le acompaña cierto desprecio a los que le rodean. Él se siente superior, más talentoso que la mayoría. Hay algunos que incluso triunfan y eso le quema casi tanto como saber que hay personas con más talento que él y que, además, son más jóvenes.

Conoce a gente de la bohemia, a su primera esposa, una pintora llamada Anna que es bipolar. A su segunda esposa Elena con la que se marcha a Nueva York. Una pareja joven y atractiva que sienten que todo gira en torno a ellos dos. Luego no será así por no querer pasar por el aro, hacer en el extranjero lo mismo que harían en la URSS, o por lo fácil que es faltar a la palabra dada por parte de aquellos que ofrecen oportunidades.

Eduard está sin trabajo y el amor salta por la ventana. Elena le deja por un fotógrafo, él la quiere aún y la echa de menos. Hasta tal punto que desea saber lo que siente ella cuando es follada por un hombre. Decide hacerlo y experimenta con la homosexualidad. En un parque conoce a un chico de color al que ofrece sexo. Él se deja penetrar mientras hace los gestos que haría Elena si estuviera en su lugar.

Una muestra de amor que puede que poca gente entienda pero que el cuenta en la que será su primera novela, Soy yo, Édichka. Su llegada a Nueva York, el desencanto, el chico negro y su trabajo de sirviente de un rico llamado Steven. Tras muchos rechazos será publicado con el nombre El poeta ruso prefiere a los negrazos.

Es en este punto empiezo a dudar de que alguien con tantos matices pueda existir. Un talentoso soviético, con todo lo que ello conlleva pues ha crecido en plena represión, escritor, un tipo duro que busca ser temido pero que a la vez es sensible a las desgracias ajenas y que se deja sodomizar por un negrazo.

La historia se vuelve más inverosímil aún. Viaja a Francia donde conoce a la que podríamos decir que es su tercera esposa, Natasha. Allí sigue escribiendo y se convierte en un autor de culto. Esto le permite volver a su patria, volver a empaparse de los asuntos soviéticos que le hacen casi abrazar el fascismo y apoyar la causa serbia. Entonces se produce el lamentable episodio en el que es grabado por la BBC mientras está disparando sobre Sarajevo.

En este punto es patente que el personaje le cae mal al biógrafo, al lector y casi a todo Occidente. La narración avanza y llega Gorbachov, se produce la entrada de la lucidez permitiendo cualquier información sobre lo que ha hecho el comunismo desde tiempos de Stalin. Después el borrachín Yeltsin, La Perestroika. La entrada de esa nueva Rusia al capitalismo en el que todos sacan provecho menos los de siempre.

Se produce entonces la entrada de Limonov en la política, la fundación de su partido, el NBP (Partido Nacional Bolchevique) y de su revista Limonka. Es respetado como escritor y visto como un símbolo punk entre los jóvenes. Así se produce la llegada de éstos a su partido, serán conocido como nazbols. Con ellos hará unas jornadas de convivencia, cuando la idea inical era montar un campo de entrenamiento estilo Al Queda. Allí conoce a una especie de ermitaño que le enseñará a comunicarse con la naturaleza. Él entiende que ha sido enviado a la tierra para potenciar su lado espiritual. Eduard no deja de pensar que todo en este planeta ha sido creado para satisfacerle.

Se puede decir que es la época en la más en paz se encuentra, pese a Putin, y el aparato ruso que recuerda cada vez más al soviético, que en plena convivencia en Asia central le detiene y encarcela por terrorista. Posteriormente será puesto en libertad y será considerado como un símbolo, tanto que Kasparov se une a su causa y se presentan como oposición a Putin, o Medvedev, en las elecciones de 2008.

Limonov en este punto tiene poco que ver con el resto de Limonovs que Carrère ha presentado. Puede que fuera una pose y que siga sintiendo superior al resto pero denuncia el antisemitismo en Rusia, aún existiendo esas imágenes de la BBC, y la xenofobia. Como era de esperar Kasparov y él no consiguen hacer mucho contra Putin y ahora son ellos los que están enfrentados entre sí por ser la oposición visible en Rusia. En el fondo se trata de la misma añoranza soviética, aunque más demócrata, quizá también hipócrita porque siempre estuvo contra los mensajes aperturistas de Occidente.

Así, perdón por este coñazo que he soltado, se nos presenta a este personaje real. Una vida apasionante en la que Carrére se limita a contar testimonios fiables, del propio Limonov, de personas muy próximas a él y de todas sus memorias, de la vida del poeta ruso.

Lo hace de forma magistral, exponiendo su dificultad para exponer temas complejos en los que entonces recurre a otros autores, como ocurre al tratar de explicar el nirvana que Limonov alcanza en prisión.

También se moja y opina lo detestable que es este ruso cuando dispara sobre una ciudad o lo bien que actúa en otros momentos cuando intenta conseguir que un amigo no se suicide o cuando lucha por una causa justa o cuando se pone del lado de la minoría de turno. Destaca que es una opinión desde su situación, nacionalidad e ideas y no un juicio.

Debe ser ésta una de las biografías más entretenidas que uno puede leer. Una vida que merece ser leída y de la que uno no debe huir, sólo asumir, y, si es posible, variar cuando afecte negativamente a otras biografías más normales e inocentes.

Se puede entrar en el debate de qué haría Limonov si estuviera gobernando Rusia y sí, puede dar algo de miedo pero no dejaría de ser política ficción. Sí podemos opinar sobre Putin que tiene bastantes cosas en común con el poeta. Está cachas, esto también lo tiene en común con nuestro Aznar, añora los tiempos del imperio soviético,y tiene un pasado humilde, fue taxista y colocado en el poder porque pensaban que sería una marioneta y no. Mandó a todos a Siberia, a algunos literalmente.

Lo último es la prohibición de cualquier propaganda homosexual. Hay que decir que esta medida es apoyada por muchos de sus compatriotas y esto en cierta forma la legitima. Un ejemplo sería Yelena Isinbáyeva en una rueda de prensa en la que vino a decir que en Rusia no eran como en Occidente. Hacían cosas normales y las chicas iban con chicos y viceversa.

Yo, desde occidente, me lo tomo algo a guasa porque nada de lo que allí ocurra parece afectarnos y podría versionar el chiste ese de Qué está más cerca Cuenca o la Luna? cambiando a mi querida Cuenca por la lejana Rusia. Podría también versionar el título de la novela de Limonov de los negrazos y decir que Isinbayeva podría escribir una llamada La saltadora rusa las prefiere largas o algún título del estilo que no pasaría, ni de coña, un examen de ética literaria.

En realidad sí que afecta porque todo acaba siendo tendencia o ejemplo. En España, escuchando a según que ministro, me cabe la duda de que podamos correr el riesgo de que terminen legislando lo que es normal o lo que no.


«PlanetaMancha.blogspot.de», 4 octubre 2013

Eduard Limonow

Original:

Nomeko

«Limonov» de Emmanuel Carrère

// «PlanetaMancha.blogspot.de» (.es),
4 octubre 2013